“La Victoria sobre el sol”

Corría el año 1913 cuando en San Petesburgo (cuna de una de las tradiciones más sólidas en el ballet y la ópera) se presentó “La Victoria sobre el Sol”, compuesta por Mikhail Matyushin. En aquella época, la ópera no obtuvo un gran éxito. Hoy, en cambio, es considerada una obra de arte total, así como una pieza fundacional del teatro de integración, ya que fue una de las primeras muestras de performance. Casi un siglo más tarde, la obra de Matyushin sigue fascinando al público global. En el año 2011, el artista peruano Alan Poma adaptó esta ópera y, desde entonces, la ha llevado a diversos escenarios en el Perú, México y Colombia. Este martes 19 de enero, el artista estará en Túpac para hablar de las características de la obra, así como cuáles fueron los procesos que llevaron a su creación a principios del año pasado, y cuáles fueron los que él debió seguir para darle una nueva vida en los tiempos actuales.

Por qué escogiste esta obra, ¿acaso ves algún paralelo entre ella y el contexto latinoamericano en general y peruano en particular?

Creo que la obra me escogió a mí. La historia cruza muchos niveles: uno de ellos es la idea del Sol como dador de vida y también de muerte,  algo que considero muy contemporáneo y que tiene implicancias en el contexto local debido a los problemas medio ambientales que nos tocan a todos. Otro nivel puede ser la larga historia de cultos solares previos al cristianismo en gran parte de Latinoamérica, esto  crea un vínculo con un pasado local con el que convivimos. En ese sentido, he visto al pasado como un grupo de elementos que puedes descontextualizar, re mixear dentro del universo propio de la opera futurista, y así  brindarle un nuevo significado al recontextualizarlo en el contexto del siglo XXV por ejemplo, pero escenificado en el presente.

¿Cómo ha sido el proceso desde que piensas en montar esta ópera hasta el momento en que se representa?

Comienza siempre como un espacio de negociación, ya sea de sonidos, de movimientos en el espacio. Luego uno puede ir dialogando con ellos y de esa manera se va creando un vínculo; luego se vuelve como afinar un piano para el lugar en específico, es como si cada elemento (sonoro y escénico) que participa fuera una cuerda del piano. Al final si está bien afinado, es en escena en donde tienes que mostrar que música le sacas a ese gran instrumento que es el auditorio.

¿Cómo fue la experiencia llevando esa ópera a Colombia, México y Perú?
Fueron grandes experiencias. En Colombia gracias a una residencia en Casa Tres Patios, trabajé con un equipo de Medellín con los cuales pudimos experimentar e hicimos la primera parte de la ópera, a la gente le gustó mucho.

A México fui invitado por Paola Santoscoy del Museo Experimental el Eco en el D. F. donde completé toda la ópera. Trabajé con un coro, un cuarteto de cuerdas, programadores y diseñadores de vestuario y para mí fue una experiencia muy enriquecedora, la presentación fue genial y tuvo buenos reviews.

De regreso a Lima, lo montamos en el MAC (2015) dos noches. Fue algo muy especial por el hecho de trabajar junto al equipo con el que vengo desarrollando este proyecto desde el 2011 y al que agradezco de todo corazón. Luego hice una presentación en el Salón Imperial de Cailloma, un lugar que significó un ¨volver a las raíces¨ para mí al producir la obra tomando el riesgo como método para alcanzar una versatilidad especial en el trabajo.

¿Qué te ha motivado a continuar estudiándola durante tantos años?

Creo que la obra original es muy rica en sus significados como también el contexto donde nació. Al mismo tiempo he ido trabajando en desarrollar un lenguaje propio, a nivel musical, simbólico, escénico y hacer que todos puedan convivir en escena, pues eso toma tiempo. Ahora, sin el gran equipo de personas con la que trabajo, creo todo eso sería imposible, es por eso que es un trabajo multidisciplinario.

¿Desde cuándo sientes interés por este tipo de obras?

Desde que de tanto ir a conciertos de música experimental, comencé a cerrar los ojos y automáticamente comenzaba a imaginar imágenes más interesantes de las que sucedían frente a mis ojos.